Lambics: La cuna de la fermentación salvaje y sus secretos escondidos

by David Martín Rius

El alma ancestral de una cerveza que desafía al tiempo

De entre los robles y los rincones olvidados de Bruselas surge una tradición cervecera que parece desafiar la modernidad: las Lambic. Estas bebidas, que parecen haber sido transportadas desde un pasado remoto, aún se elaboran mediante métodos que no han cambiado en siglos y que le dan un carácter único e inconfundible. A diferencia de la mayoría de las cervezas contemporáneas, que dependen de cepas de levadura seleccionadas con precisión, las Lambic se fermentan espontáneamente, confiando en la magia de microorganismos presentes en su entorno natural. Todo esto, en el mágico valle del río Senne, donde la historia y la naturaleza se entrelazan en cada sorbo.

¿De dónde viene ese nombre tan curioso? La historia detrás de ‘Lambic’

El origen del término ‘Lambic’ ha dado lugar a varias teorías que mezclan historia, leyenda y un toque de humor. La más antigüa, registrada en un periódico francés a finales del siglo XIX, sugiere que los campesinos belgas nombraron a esta cerveza como una referencia a su perfil robusto y ‘duro’, según pensaban, más similar a una destilación que a una simple cerveza. Por otro lado, algunos estudiosos apuntan que ‘Lambic’ podría derivar de la palabra francesa ‘alambic’, vinculada a los antiguos alambiques o destiladores, o incluso del latín ‘lambere’, que significa sorber, haciendo alusión a la forma en que se saborea esta bebida. Sin embargo, la teoría más pintoresca asegura que la palabra provendría de una ocupación medieval, cuando los soldados españoles cargaban con un matraz de cuero lleno de vino y agua, una especie de ‘ambigüo líquido’ que, con el tiempo, acabaría llamándose Lambic.

Desde el pueblo Lembeek a las mesas del mundo: el enigma de ‘Gueuze’

Cuando hablamos de Gueuze, no se trata solo de una variación de la Lambic, sino de un arte en sí mismo. Esta mezcla de diferentes añejos y jóvenes de Lambic crea una cerveza con burbujas naturales y un sabor complejo, resultado de un proceso de fermentación en botella que recuerda a la Champagne. La historia de su nombre es tan interesante como su sabor: se dice que nació en Lembecq, en las afueras de Bruselas, en un momento en que un ingeniero y un alcalde se unieron en una apuesta que cambió la percepción de la cerveza en esa región. La bebida, inicialmente conocida como ‘Lambic de los Gueux’, en honor a un movimiento liberal local, terminó acaparando la atención y extendiéndose por toda Bélgica y más allá. Algunas teorías más mundanas sugieren que ‘Gueuze’ puede derivar del francés ‘gueux’ (mendigo), una referencia despectiva que terminó siendo un símbolo de rebeldía y carácter único.

¿Qué hace especial a estos fermentados espontáneos?

Las Lambic y Gueuze conforman un pequeño universo donde la naturaleza dicta las reglas. Es como si los microbios y las bacterias presentes en el aire del valle del Sena se convirtieran en cocineros invisibles que, en un acto de magia biológica, transforman el mosto en una obra de arte con sabores intensos, complejos y en constante evolución. Estos fermentados son un claro ejemplo de cómo la tradición puede desafiar a la ciencia moderna, demostrando que en la simplicidad de un proceso ancestral reside un universo de sabores que merecen ser explorados y valorados. Además, en un mundo cada vez más dominado por la producción en masa, su existencia es un recordatorio vibrante de que el carácter y la historia todavía pueden encontrarse en una botella artesanal, con un toque de rebeldía en cada sorbo.

Mirando hacia el futuro con un puesto en la historia

Lo que hace a las Lambic y Gueuze particularmente fascinantes es su resistencia al cambio y su vínculo con la historia. En un mercado cervecero que avanza rápidamente con tendencias y estilos siempre en juego, estas cervezas permanecen fieles a un método que parece desafiar el tiempo. Tienen el poder de conectar a quienes las disfrutan con siglos de tradición, en un acto casi de resistencia cultural, y mantienen viva la posibilidad de que los sabores se transformen, se profundicen y sorprendan generación tras generación. La esperanza es que, si algo podemos extraer de esta historia, es que las cervezas fermentadas de manera orgánica y espontánea tienen un lugar asegurado en un mundo que sediento de autenticidad y singularidad.

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