¿Y qué tiene de especial esta cerveza que se atreve a romper moldes?
En un mundo cervecero cada vez más abierto a experimentar, surge una creación que combina tradición y audacia de una forma intrigante: una cerveza con carácter de Champagne. Su nombre, bastante proverbial, es una especie de puente entre culturas, sabores y técnicas que hasta hace poco parecían irreconciliables. Pero, ¿cómo una botella de cerveza puede pretender competir con una copa de vino espumoso? La respuesta es simple: por su método de elaboración y su espíritu rompedor.
El lado oculto de la innovación y la polémica
Detrás de esta obra maestra fermentada hay enfrentamientos con entidades tradicionales que ven con recelo estas aventuras creativas. La autoridad que regula las denominaciones de origen en el mundo del vino, famosa por blindar al Champagne contra cualquier imitación, ha puesto en marcha medidas contra las etiquetas que pretendan usar términos como ‘espumoso’ o ‘champagne’. Sin embargo, para los cerveceros que están en la cresta de la ola de la innovación, esto es un reconocimiento de que los límites están hechos para romperse. La maestría está en reinterpretar las técnicas clásicas con un toque de rebeldía moderna.
¿Cómo se fabrica esta maravilla del mundo cervecero?
Contrario a lo que muchos creen, esta cerveza no contiene vino ni levaduras vinícolas. Su corazón es una fuerte ale, elaborada con los ingredientes tradicionales: agua pura, cebada en su máxima expresión, lúpulo aromático y la levadura cervecera que todos conocemos. Pero aquí viene la parte que rompe esquemas: tras la fermentación inicial, la cerveza se embotella en botellas de tamaño considerable, con azúcar adicional y levadura, y se sella herméticamente — igualito que en la fabricación de champán. El proceso de fermentación secundaria transforma esta mezcla en un espumoso que guarda la esencia de una cerveza, pero con una burbuja apasionada y refinada.
Un proceso artesano con tintes de magia
Durante meses, las botellas descansan en posición horizontal, permitiendo que las levaduras consuman el azúcar, produciendo alcohol y dióxido de carbono. Al pasar de tres meses a un año, llega el momento del ‘remuage’, donde lentamente las botellas se voltean para que las levaduras caucelen en el cuello. Luego, se congela esa parte para sacar las impurezas en un disparo de hielo, dejando el líquido cristalino y prístino. La última fase implica rellenar con un poco más de la cerveza base, lograr el cerramiento perfecto con corcho y cápsula, y preparar este magnífico producto para conquistar paladares aficionados a la innovación y al buen gusto.
Más que una cerveza: un fenómeno de elegancia y técnica
Cada botella de Deus Brut Des Flandres es una obra de arte, resultado de meses de cuidado artesanal y una técnica cuidadosamente orquestada. La historia de su elaboración combina la precisión de la ciencia con la pasión de un trabajo manual que busca crear algo más que una simple bebida: un símbolo de creatividad y respeto por las raíces cerveceras, con un toque de sofisticación que invita a disfrutar con calma y admirar la complejidad en cada sorbo.
Aunque todavía hay quienes ven en esta creación un acto de osadía, no hay duda de que refleja la capacidad de la cerveza moderna para expandir sus horizontes, abrazar nuevas técnicas y trascender las etiquetas tradicionales. Quizá, en un futuro no muy lejano, estas innovaciones serán las nuevas normas, ampliando la definición de lo que puede ser una cerveza de calidad y carácter único.