La historia que empezó con un brindis real y se convirtió en tradición mundial
Hace más de dos siglos, un día en octubre de 1810, la ciudad de Munich fue testigo de una celebración que, con el tiempo, se ha transformado en uno de los festivales más icónicos y alegres del planeta: el Oktoberfest. Todo comenzó con una boda real, pero la chispa para una tradición que dura siglos fue encendida por un motivo más bien festivo y comunitario.
De una carrera de caballos a la fiesta más grande del mundo
Lo que empezó como una simple carrera de caballos en los campos fuera de las murallas de Munich ha evolucionado en un evento lleno de música, cervezas de calidad y una sensación de comunidad que une a millones cada año. La primera celebración se produjo como cierre de las festividades de la boda del príncipe Ludwig y la princesa Teresa, cuyo nombre quedó ligado para siempre a la zona donde sucedió, conocida como ‘Theresienwiese’, o simplemente ‘Wiesn’ para los municenses y visitantes en busca de diversión.
Los hitos que marcaron el calendario del Oktoberfest
A lo largo de su historia, la fiesta ha tenido altibajos y momentos de interrupción. En sus más de 200 años, solo en 24 ocasiones el Oktoberfest fue cancelado, principalmente por guerras y epidemias. La organización fue inicialmente informal, pero desde 1819, el municipio tomó el mando, convirtiendo el evento en una cita anual que cada vez duraba más y comenzaba más temprano, para aprovechar el clima y la luz del verano.
Una serie de eventos desafortunados, como epidemias de cólera y guerras, causaron suspensiones puntuales. Sin embargo, la tradición logró sobrevivir, incluso dando un giro hacia la modernidad con la incorporación de iluminación eléctrica en 1885 y el diseño de amplias carpas que aún hoy cautivan a miles.
La magia del desfile y la ceremonia de apertura
Desde mediados del siglo XX, una tradición que se espera con ansias es el desfile oficial que marca el comienzo del festival. Liderado por las autoridades locales y personajes emblemáticos como el Münchner Kindl, el alcalde de Munich abre oficial y festivamente el primer barril con un clásico ‘O zapft is!’, que significa ‘¡Está abierto!’.
Aquí no solo se trata de beber cerveza, sino también de celebrar ingeniosamente las raíces culturales, con carrozas decoradas, bandas musicales y la anticipación de cuántos golpes necesita el alcalde para liberar el líquido dorado. La tradición ha madurado hasta convertirse en un ritual esperado por todos.
Los protagonistas líquidos del festival: las cervezas acogidas a una tradición centenaria
Para quienes visitan Munich, no hay duda: la estrella del Oktoberfest es la cerveza. Pero no cualquier cerveza: solo las que cumplen con una norma estricta, elaboradas en las seis cervecerías tradicionales de Munich y sujetas a la Ley de Pureza alemana de 1516. Cada marca, con su carácter y sabor distintivos, prepara su versión especial para esta celebración.
Desde la histórica Augustiner hasta la familiar Spaten, cada cerveza lleva su propia historia, graduación alcohólica y características únicas. Los visitantes pueden degustar estilos diversos, pero siempre con la calidad y tradición que han perfeccionado a lo largo de generaciones.
Mirando hacia el futuro: más que una fiesta, un símbolo cultural en constante evolución
Mientras las cifras de consumo siguen creciendo y la tradición se adapta a nuevos tiempos y tecnologías, el Oktoberfest no solo mantiene su esencia como celebración de la cultura bávara, sino que también se ha convertido en un puente global. En un mundo que avanza rápidamente, este festival demuestra cómo las tradiciones ancestrales pueden renovarse sin perder su autenticidad, invitando a todos a brindar y crear recuerdos inolvidables.
