La vida en una granja hace siglos probablemente tenía pocos lujos. Entre Éstos estaban, probablemente, el sentarse al lado de una cálida chimenea o tomarse una cerveza elaborada en el mismo rancho.
De esas cervezas precisamente nos gustaría hablarte. Lo más seguro es que estuvieran hechas sin ninguna intención de sorprender. Supongo que tampoco querían encajar en ningún estilo para luego ser puntuadas en alguna competición.
El único objetivo de esas cervezas era, probablemente, sustentar, refrescar y revitalizar a una mente y un cuerpo castigados por los duros trabajos que exige el campo.
Eran, sin lugar a duda, un complemento que colaboraba en la supervivencia de los granjeros.
Seguramente, cuando el granjero pensaba en cervezas, se las imaginaba como un producto más. Su relevancia era la misma que tenían los tubÉrculos almacenados en la bodega, los quesos envejecidos en las cuevas o los trozos de carne colgados en la despensa.
Además, el sabor de esos fermentados dependía en gran medida de la generosidad de la temporada. Lo más probable tambiÉn es que fuera valorada por su función como alimento básico que no por su capacidad de excitar los paladares.
Sin embargo, se puede intuir que quizá los granjeros les daban más importancia a las cervezas de la que nos pensamos. De hecho, quizá se valoraba más que un trozo de carne, especialmente si se tiene en cuenta su habilidad de calmar los músculos afligidos y de reanimar el alma de un granjero (para que al día siguiente vuelva al campo).
Vamos a hacer un ejercicio. Imagínate que eres un campesino del siglo XIX y tienes que prepararte para elaborar uno de tus lotes de cerveza.
¿QuÉ prepararías?
Por un lado, tuviste una excelente cosecha de trigo y centeno, así que has intercambiado algunos kg por cebada a tu vecino granjero.
Por otro lado, la cosecha de lúpulo no fue muy buena, así que tienes que sustituir el preciado ingrediente por ramas perennifolias, bayas de enebro y semillas de cilantro…
…
….¿QuÉ remedio queda más que improvisar?
Este cierto espíritu “improvisador” reside aún en muchas ales de granja (farmhouse ales). La filosofía, que enfatiza más en la individualidad que no en la uniformidad, puede entreverse en dos estilos de cerveza que han pervivido hasta la actualidad: las francesas Bière de Garde y las Saison elaboradas en la región belga de Valonia, que si bien perviven ha sido gracias a generaciones de cerveceros que han mantenido obstinadamente la tradición.
El espíritu improvisador no gusta a todo el mundo: hay puristas bastante irritados por no poder poner todos los patitos en fila, ya que es imposible definir las características del estilo de la misma forma que el BJCP define los aspectos de, por ejemplo, una International Amber Lager.
Una verdadera cerveza de granja debería transmitir una sensación de origen. Deberías sentir la rusticidad, imaginar el campo y, por encima de todo, sentir la impredecible temporada que ha dado como resultado la bebida fermentada.
A día de hoy, sin embargo, no es necesario que las farmhouse ales se elaboren estrictamente en una granja. Los requerimientos para alcanzar la autenticidad se basan en un profundo y sano respeto hacia los orígenes del estilo y, sobre todo, hacia el poder creativo del elaborador cervecero.
Un noble tributo al estilo sería, por ejemplo, cuando un elaborador de cerveza actual, intentando captar la esencia de las ales de granja del pasado, crea algo nuevo y diferente.
De una farmhouse actual, tal y como sucedía con sus ancestrales fermentados, sólo deberías esperar que te refrescara, te sustentara y te revitalizara. Y nada más.
Artículo traducido y adaptado por Cerveza Artesana
Fuente: “Farmhouse Ales: Culture and Craftsmanship in the Belgian Tradition”, Phil Markowski